No
soy dado a seguir programas del estilo reality show,
pero hay uno que me gustó desde su primera edición, aunque en la
última se ha vuelto un tanto chabacano. Se trata de Perdidos en la
Tribu, pero en concreto quiero hablaros de un par de detalles de su
vertiente más civilizada, cuando varios integrantes de las tribus
visitan nuestro país, es decir, Perdidos en la Ciudad lo llaman.
En esta edición, que
acaba de terminar hace pocas semanas, y en la anterior en la que
también conocieron la forma de vida de los concursantes que antes
convivieron con ellos durante un mes, coincidieron en un detalle
tanto la tribu de los Mentawai
como la de los Shiwiar
al ver en nuestras ciudades gente durmiendo en la calle tapada con
unos cartones para protegerse del frío. Cuando se encontraron con
esa situación le llamó la atención y comentaron que no entendían
cómo en una sitio con tantos edificios, lleno de casas por todos los
lados donde mirasen podrían estar durmiendo la calle. Remarcaban su
sorpresa apostillando que en su poblado no se admitiría esta
situación, que si había alguien en la calle sin un techo para
dormir, lo llevarían a su casa, nada de seguir durmiendo en la
calle.
Se
supone que sus tribus, según nuestros patrones de costumbres y
necesidades, están a años luz de lo que nosotros llamamos una
sociedad civilizada. Viendo algunos de sus rituales y comportamientos
parece ser que es verdad. Pero en algo tan básico como un sitio
digno donde vivir, con un techo, aunque sea de paja como en su caso,
es suficiente para que la armonía en su sociedad y sus usos esté
completa.
Muy
al contrario, nosotros somos los incivilizados, disponiendo de una
cantidad de recursos casi infinitos, seguimos manteniendo miles y
miles de viviendas vacías, algunas cifras hablan de 3 millones de
casas sin venderse, pero a la vez tenemos también miles de personas
que viven en las calles, si se puede llamar vivir.
Como
mucho, para tranquilizar nuestras conciencias, tenemos albergues
donde acoger a nuestros convecinos que han tenido la desgracia o mala
fortuna de perder su vivienda habitual.
El
deber de todos, empezando por las administraciones en las que
depositamos nuestra confianza para que resuelvan problemas sociales,
es que estas personas estén atendidas en esas necesidades mínimas,
que no tengan que venir, desde otros lugares y casi otras
civilizaciones, a darnos ejemplo de cómo actuar y sacarnos los
colores ante algo en lo que coincidimos todos en calificarlo como
algo que lo estamos haciendo mal. Debemos exigir que se cumplan estos
requisitos mínimos para con nuestros vecinos, porque un día podemos
vernos en su lugar y nos gustaría que nos tratasen con un mínimo de
dignidad, la misma que debemos solicitar ahora que estamos
disfrutando de nuestra supuesta sociedad evolucionada.
En
muchos aspectos de la vida es bueno asentar lo que hemos conseguido
de bienestar antes de seguir avanzando hacia nuevos objetivos. Esto
es fundamental sobre todo en todo lo referente a lo que se considera
imprescindible de verdad, como la salud, el conocimiento y una forma
de vivir mínima y mínima.